Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.
Albert Einstein
El hombre razonable se adapta al mundo, y el no razonable insiste en adaptar el mundo a sí mismo. Por esa razón, el progreso depende de los irrazonables.
George Bernard Shaw

Amigo lector, gracias por visitarme y recibe un cordial saludo. En este nuevo post te propongo una mirada a la condición de experto, y a la marca personal de quienes lo son, abarcando los siguientes tópicos:
- Del Diccionario: definición y análisis
- El experto: ¿genio, profesional, especialista, generalista?
- Definición operacional de experto
- Definición operacional de marca personal
- Experto en acción. Gestionando su marca personal
- El experto y el enfoque sistémico
- La reorientación profesional y la condición de experto
- ¿Titulaciones académicas de Experto?
- Marketing de experto: mercadeando marcas personales
- Contratar a un experto: valor, precio y costo
En el camino veremos y analizaremos conceptos, ejemplos reales y aterrizajes prácticos; responderemos muchas interrogantes y enlazaremos a diversos contenidos complementarios. Acompáñame, pues, hasta el final. ¡Bienvenido!
A modo de Introducción
Varios prestigiosos autores han tratado en época reciente este interesante tema; entre ellos, de los que se dedican de diferentes formas y bajo modelos no tradicionales al desarrollo y gestión estratégica del capital humano, destaco las propuestas de Andrés Pérez Ortega (Expertología) y Raimon Samsó (La clase emergente de los expertos). Reconociendo sus importantes e impactantes contribuciones, me propongo abordar dicho tema desde una óptica algo diferente, y obviamente -dado el formato elegido-, con mucha mayor brevedad, lo cual me obliga a extremar la síntesis.
Quiero contribuir a la desmitificación del concepto de experto –proceso que ya se viene dando paulatinamente–, y también a su debido posicionamiento, aportando elementos que tal vez puedan aclarar algunas visiones, acercarnos el símbolo y aterrizarlo en la praxis; y al mismo tiempo, proponer la mayor compatibilización posible entre el acceso a la condición de experto y el rigor que esta necesariamente entraña en términos de autoexigencia permanente y creciente, preparación continua a nivel personal y profesional, trabajo intensivo, innovación constante, autorrenovación sistemática e impacto de marca, entre otros diversos aspectos.
Porque si bien todos podemos ser expertos –el “acceso” siempre está abierto sin limitaciones–, no cualquiera lo logra. Simplemente, no es posible.
No es una condición para todo el mundo (al contrario, su índole es más bien selectiva, en el sentido de la selección natural), y así pretendo demostrarlo. Tras 32 años de carrera, habiendo prestado servicios académicos y de consultoría a más de 150 organizaciones de múltiples sectores, formado a personas procedentes de 40 países, e interactuado con muchos centenares de colegas y clientes de altísima profesionalidad y desempeños de excelencia (entre ellos, buen número de científicos, docentes universitarios muy prestigiosos, doctores en ciencias, investigadores de alto nivel, experimentados consultores, estrategas, coaches y asesores, de todos los cuales he procurado y procuro a diario aprender tanto como pueda), creo estar en condiciones de reconocer cuando alguien es experto y cuando no lo es. Y quiero tomar posición al respecto.
Pues, para decirlo con toda franqueza, me molestan ciertas petulancias en esto. He visto bastantes perfiles y webs de personas que se autodefinen literalmente como expertos en tal o cual tema (a veces en varios) y cuando leo lo que publican algunos de ellos -y suelo buscarlo, porque se supone que siempre puede aportarnos y ayudarnos a crecer lo que publica un EXPERTO-, me da mucha rabia constatar la pobreza, la falta de fondo y forma, la carencia cultural, la tendencia a copiar (cuando no el plagio descarado, de lo cual he sido víctima, como otros colegas), la ausencia de propuestas propias, la evidente falta de experiencia pertinente, y en casos extremos, las distorsiones técnicas que padecen y difunden (tanto conceptuales como metodológicas, sea cual sea el tema que traten).
Y lo peor es que, cuando los lectores menos preparados que esa persona leen la palabra EXPERTO, suelen guiarse por lo que esta les propone. Más allá de lo académicamente definido sobre ello, el poder simbólico de ese término es muy fuerte. Y debemos cuidar ese poder; protegerlo de la banalización. Para ello, hay que lanzarse al ruedo, tomar el riesgo, proponer y debatir ideas, conceptos, modelos y caminos.
Que conste: no tengo absolutamente nada en contra de que un experto se anuncie y venda como uno, siempre que lo sea y pueda demostrarlo, por favor. Que lo que muestre lo posicione como tal; que lo que predique coincida con lo que practique. Que no solo sea forma -algunos de los antes aludidos, ni eso logran-, sino también (y sobre todo) buen contenido. Solo eso pido, por respeto a la condición de experto.
Entonces, avancemos.

Del Diccionario: definición y análisis
¿Qué es ser experto?
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua -en lo adelante DRAE, consultado en 20/02/2016- define experto (del latín expertus -experimentado-) como “persona práctica o experimentada en algo”, y también como “persona especializada o con grandes conocimientos en una materia”.
Analicemos y contextualicemos un poco estas definiciones.
Ser persona práctica o experimentada implica haber ejercido durante un tiempo relativamente prolongado la actividad a que esta se dedique; y por supuesto, dicho tiempo de ejercicio debería significar además, si la persona ha hecho bien sus deberes, un alto nivel de aprendizaje, de desarrollo y de maestría en su desempeño. Pues no solo es el tiempo el que define su calidad. Se trata de la experiencia, que como ya he propuesto en otro texto, significa mucho más que X años ejerciendo.
Para explorar un poco más este tema de la experiencia, cómo se logra, desarrolla, gestiona y aplica, así como su relación con la marca personal y el desempeño, te sugiero revisar este artículo.
Ser persona especializada o con grandes conocimientos implica estar en capacidad de demostrar maestría, excelencia, dominio pleno; y ello debería incluir, a mi juicio, la posibilidad de enseñar a otros acerca del tema, de innovar en su ejercicio, de diagnosticar la situación y proponer mejoras, de transformar procesos para incrementar resultados; entre otras diversas posibilidades que vienen con la especialización.
Como puedes ver, se trata de conceptos complementarios. Para lograr lo que propone la segunda formulación, generalmente se requiere lo propuesto en la primera. O sea, la especialización y los grandes conocimientos solo se logran mediante un ejercicio prolongado y efectivo. Llegan de la mano de la experiencia.
Esto implica, en función de la gestión del capital humano, que si asumimos para identificar a un experto la perspectiva de lo planteado en el DRAE, debemos combinar ambas definiciones. De otro modo, estas resultarían dicotómicas y poco pertinentes a efectos prácticos, debido a la ambigüedad generada (¿quién es experto, el que ha practicado mucho, o el que sabe mucho? ¡Porque lo primero no necesariamente implica lo segundo!). Más adelante propongo una opción al respecto.
En algunos contextos se equipara el concepto de experto al de perito (lo cual me parece válido y pertinente a partir del abordaje efectuado). De hecho, la pericia (“sabiduría, práctica, experiencia y habilidad en una ciencia o arte”) se traduce al inglés como expertise, vocablo de raíz similar a experto, y que ha sido incorporado en muchos países de habla hispana a la práctica profesional en nuestro idioma; aunque no ha sido aceptado aún por la Academia.
Voy a contrastar ahora la condición de experto (como la hemos visto hasta aquí) con otras condiciones que tienen algún grado de relación con ella, desde la óptica del conocimiento y su aplicación a la praxis. Son estas: genio, profesional, especialista y generalista.
Experto vs. genio, profesional, especialista y generalista
¿Experto o genio?

Un experto no es necesariamente un genio; pero generalmente, la viceversa sí se cumple. Veamos:
Genio: Entre las 10 definiciones propuestas por el DRAE -consultado en 20/02/2016-, solo aplican al tema estas dos: “capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas o admirables”, y “persona dotada de genio”, o sea -obviamente- de dicha capacidad. Cuando se habla de genios, cada uno de nosotros evoca seguramente algunos nombres inevitables (por la enorme notoriedad de sus marcas personales), posiblemente relacionados con el campo de acción profesional de cada quien, y en otros casos, por la trascendencia trans o multidisciplinaria y/o la universalidad lograda por algunos de ellos.
Pero también ha ocurrido en el tiempo una extrapolación de la genialidad, desde lo puramente intelectual (lo que propone el DRAE) a otros tipos de capacidades y/o habilidades humanas, aunque siempre destacando lo extraordinario. Se habla de genios, por ejemplo, en el deporte; un ámbito donde no prevalece lo estrictamente mental, sino al contrario, predominan las competencias físicas (aunque por supuesto la mente dirige todos los procesos). Posiblemente llamar genio a un deportista extraordinario sea solo una interpretación y aplicación connotativa del concepto; pero no por ello pesa menos a escala sociocultural. A mí (como amante, ex practicante y fiel seguidor del deporte), me agrada usarlo; me permite destacar y connotar lo que admiro tanto.
En mi caso, por ejemplo, suelo evocar en este tema a Einstein (y ni sé nada de “alta” Física ni me gusta en absoluto) por la profunda admiración que me inspira su inmensidad de pensamiento más allá de su principal campo de especialización. Pero también a Maradona, Zidane, Ronaldinho y Messi (mis futbolistas predilectos de todas las épocas en que pude ver fútbol, aunque no lo jugué nunca) porque definitivamente hay “magia”, genialidad absoluta y sostenida en sus exquisitas creaciones “balón en ristre”; a Serena Williams, una tenista que parece provenir de otra galaxia, y a Capablanca (a mi juicio el más grande ajedrecista que ha existido), y no por cubano -que lo soy con mucho orgullo-, sino por genial.
En terrenos “no científicos”, también se aplica mucho el término a grandes músicos, pintores, escultores… entre otros varios destacados personajes de diversas esferas de la actividad humana.
Con esto te digo, simplemente, que el concepto de genialidad puede estar presente en múltiples campos, y ser aplicado en un amplio espectro de abordajes, desde rigurosos métodos científicos hasta perspectivas puramente perceptuales; no hay una escala o rasero universalmente aplicable para ello, ni siquiera el famoso cociente o coeficiente intelectual (IQ), sobre el cual -su aplicabilidad, pertinencia y aplicaciones- se discute mucho.
NOTA AL MARGEN: Recuerdo, por ejemplo, haber leído hace algún tiempo al prestigioso periodista cultural y escritor cubano residente en República Dominicana, Alfonso Quiñones (conocedor del tema donde los haya), referirse al gran cantante latino Marc Anthony como “el genio boricua”, comparándolo con otra estrella del escenario latinoamericano como Chayanne. En lo personal, coincido con la apreciación: para mí, el gran Marc es, como cantante, uno de los pocos verdaderos imprescindibles en la música popular criolla.
Pero a donde voy es a la diversidad y amplitud posible en el uso del concepto y del término que lo define: ¿cuántos hemos escuchado y/o expresado admiración por algo o por alguien, definiéndolo como genial –o sea, digno de un genio–?
Lo que parece estar claro es que no es posible llegar al nivel de genio sin pasar por el de experto, aún sin cumplirse el requisito del tiempo prolongado, dado lo extraordinario de las capacidades de estos seres humanos. Un genio es necesariamente experto en su campo, independientemente de cómo haya accedido a tal nivel, pues sus resultados así lo definen; si se le considera genio es por haber demostrado lo atípico y poderoso de sus dotes y competencias. Sin embargo, se puede ser un gran experto sin ser genio.
Y por cierto: “casualmente”, la gran mayoría de las imágenes personales que aparecen cuando pones la palabra genio en Pixabay (lo hice buscando la curiosa imagen anterior)… ¿a quién crees que pertenecen? Pura coincidencia, ¿verdad?
¿Experto o profesional?

El DRAE define profesional de diversas formas. Las más cercanas al tema que nos ocupa son “una persona que ejerce una profesión”, “que practica habitualmente una actividad…de la cual vive”, y “que ejerce su profesión con capacidad y aplicación relevantes”.
Para operacionalizar esto, se requiere un análisis integrado que no torne excluyentes entre sí las tres definiciones, pues caeríamos en ambigüedad, y/o la induciríamos, tal como hemos analizado en un punto anterior. Y como podemos apreciar, hay tres niveles claramente diferenciados en el tema:
El ejercicio: trabajar como empleado o como emprendedor en una o más actividades relacionadas con la profesión.
La habitualidad: desarrollar el ejercicio de forma habitual, relativamente estable (cuando no permanente) y en un horizonte de mediano o largo plazo.
La calidad: desarrollar el ejercicio profesional de un modo que te haga destacar entre tus iguales, demostrando capacidad -buena preparación- y haciendo patente y visible tu aplicación -entrega, constancia, dedicación, compromiso-. Evidentemente, para este tercer nivel son imprescindibles los dos anteriores.
Sin embargo, ni siquiera este tercer nivel de profesionalidad te convierte en experto, tal como lo hemos analizado en el primer punto, y mucho menos como lo discutiremos un poco más adelante. Porque en dicho nivel puedes, por ejemplo:
- alcanzarlo y mantenerlo enfocado únicamente en lo que tu profesión es hoy, sin mirar estratégicamente al futuro y obviando por ende sus potenciales desarrollos; o
- enfocándote solo en tu propio desempeño, ignorando el aporte que puedes dar a otros; o
- limitándote a cumplir muy bien las órdenes, orientaciones y procedimientos, sin demostrar la menor iniciativa creadora, transformadora y desarrolladora; o
- limitándote a aplicar (inclusive de forma excelente) lo que hasta hoy sabes de tu campo, lo que aprendiste en la Uni, lo que recibiste en el entrenamiento inicial de inducción laboral, etc., sin proyectarte hacia nuevos aprendizajes pertinentes al actual cambio de época…
…Entre otras muchas posibilidades limitantes que existen. Y todo ello te mantendría cómodamente en el nivel de profesionalidad del que habla el DRAE, el mismo que la mayor parte de las organizaciones aún privilegia -dado el todavía demasiado grande poder de la cadena de mando, la burocracia institucional y otras amenazas-; pero no te llevaría al próximo nivel, el que hace falta para ser considerado un verdadero experto. Para esto, necesitas mucho más. Y lo veremos en breve.
Te aporto un par de elementos adicionales para reforzar estos conceptos.
Por ejemplo, es muy común asociar el concepto de profesional al de egresado universitario. Ello es, a mi juicio (y el DRAE así lo confirma-, un craso error: se puede ser un gran profesional sin haber visto de cerca una Universidad, y también es posible haber hecho hasta varias carreras y carecer por completo de profesionalidad. Tal condición no depende de tus títulos, sino de cómo haces lo que haces y qué resultados obtienes haciéndolo de ese modo.
¿Que estudiar carreras universitarias aporta competencias profesionalizantes? Por supuesto. Y también es un hecho que poseerlas no garantiza per se un buen desempeño: hay muchas condicionantes para esto que no se aprenden ni en Harvard. Son cosas del ser y estar, no necesariamente del saber o del saber hacer. Cosas de cada quien, que definitivamente le marcan y definen su potencial para todo ejercicio profesional: creencias, valores, actitudes, conceptos y modelos aprendidos fuera de las aulas académicas, pero en la mejor escuela: la vida. Y que inevitablemente gravitan sobre el modo en que cada quien hace su trabajo (o sea, ejerce su profesión) y lo definen.
Esa es una de las tantas razones por las que nunca he entendido las remuneraciones y/o incentivos salariales basados en titulaciones académicas, modelo todavía predominante en muchos países latinoamericanos (y conste que me convendrían, pues tengo algunas de ellas por ahí). Pero hay que ser coherente y pertinente. Una pared repleta de diplomas es solo eso: una pared repleta de diplomas. Y los diplomas no trabajan, no innovan, no crean, no se relacionan, no aportan valor en los procesos ni obtienen resultados: eso lo hacen las personas, independientemente de si tienen o no diplomas que avalen su formación y eventualmente respalden su accionar.
¡Y a todos nos sobran ejemplos de personas cuyo accionar no se corresponde con lo que dicen de ellos sus titulaciones! ¿O no es así?
En un artículo de 2015 titulado Profesionalizar la marca personal: reto ineludible para un impacto real, propuse que “es importante distinguir entre egresado o graduado universitario, y profesional. Los títulos acreditan profesiones, pero no generan profesionalidad; esta la asegura el desempeño con aprendizaje permanente y resultados tangibles. Y un egresado necesita profesionalizarse de forma permanente como parte de la gestión de su marca personal. La profesionalización permanente es una necesidad ineludible del desarrollo en tiempos de constante cambio e inestabilidad creciente”.
Entonces, parece bastante claro. Ser graduado universitario no te hace profesional; se requieren otras muchas cosas, y puedes ser profesional sin ser graduado. Pero estamos hablando de expertos; y en este punto, podemos ya tener consenso en que ser experto pasa necesariamente por ser profesional (con diplomas o sin ellos); pero aún ser profesional no te convierte en experto. Hace falta más.
No te impacientes; un par de puntos más, y llegamos.
¿Experto o especialista?

Un especialista no es necesariamente un experto. Veamos las diferencias:
Especialista: el DRAE lo define como persona que cultiva o practica una rama determinada de un arte o una ciencia.
Una rama determinada: o sea, uno de los múltiples y diversos dominios que existen dentro de cualquier campo del saber. El ejemplo más cómodo de analizar por su gran arraigo popular es la medicina, ámbito en el cual se expiden títulos de especialista tras concluir un decurso académico más o menos prolongado (generalmente entre tres y seis años, dependiendo de diversos factores) en tal o cual área específica del ejercicio médico y/o sanitario.
Mi pregunta, en función del tema que nos ocupa, sería esta:
¿Ser especialista en el ámbito médico te convierte de facto en experto?
Y mi primera respuesta sería otra pregunta:
¿Tienen similar nivel de expertise, un recién egresado de una especialidad en Pediatría y el especialista que le dictó clases durante dicha especialidad, que cuenta con una carrera de 15 años como especialista en pediatría, de ellos 10 como docente-investigador en el área, habiendo participado como ponente en 6 congresos y publicado 12 artículos en revistas especializadas, siendo coautor del libro de texto básico de la materia, habiendo visto en consulta a miles de pacientes y dado seguimiento en hospitalización a otros tantos, asesorado exitosamente 25 Tesis y 18 Proyectos de Investigación de sus estudiantes de especialidad, entre otros posibles logros?
¡La pregunta tiene sentido, pues ambos son titulados como Especialistas!
Sin embargo, la respuesta es bastante obvia, ¿verdad? ¿Qué ideas y comentarios te sugiere esto, considerando lo que ya sabemos acerca de lo que es un experto?
Y exactamente lo mismo aplica a cualquier otro campo profesional. Trabajar en exclusiva un área, o inclusive haber recibido un título como especialista en ella, no te convierte per se en experto.
Por eso hay muchísimos más especialistas que expertos. Ser un verdadero experto requiere ser especialista; pero no todo especialista es un verdadero experto. Hace falta mucho más que un título académico -independientemente de la complejidad de los estudios cursados para alcanzarlo- y también más que un tiempo de ejercicio para serlo. Así de sencillo.
¡Tranquilo! ¡Ya casi llegamos!
¿Experto o generalista?

Generalista: El DRAE lo define como “una persona que en su profesión domina un amplio campo de conocimientos”.
Este abordaje tiene a mi juicio un primer problema de origen: deja fuera a las habilidades. Y todos sabemos que no es lo mismo saber, que saber hacer. Si lo vemos como dice el DRAE, un generalista sería lo que muchas personas suelen denominar peyorativamente como “teórico” -“no le hagas caso, que ese no sabe nada de esto, es un teórico”-; y obviamente, no es el caso (en este tema, siempre recomiendo estudiar los abordajes del Proyecto ISNAR Nuevo Paradigma, quienes sustentan de modo excelente el papel de la teoría como gran herramienta práctica y obligado sustento de ella; lo que también han hecho en sus momentos, cada uno desde su óptica, Lenin y Drucker, citados sobre el tema junto a diversos grandes creadores y difusores de conocimiento en esta excelente monografía).
Para evitar o evadir el debate, podría asumirse que el gran concepto conocimientos (“entendimiento, inteligencia, razón natural”, o “saber o sabiduría”, según el DRAE) incluye o subsume a las habilidades (“gracia y destreza en ejecutar algo…” o “cada una de las cosas que una persona ejecuta con gracia y destreza”, de igual fuente); pero hacerlo no es viable, ni productivo, ni es ese el enfoque que se investiga, discute y trabaja en la formación, y menos aún en la praxis en términos de competencias. No podemos quedarnos con la insatisfacción de una definición que no llena el cometido que buscamos; por ende, iremos tras una definición operacional más aterrizada a la realidad organizacional y social que vivimos.
Veámoslo a través de dos ejemplos.
1- El Director de Recursos Humanos de una organización (denominación funcional que no me gusta nada -en lo cual coincido con la reconocida experta Sonia Rodríguez Muriel-, y de hecho cuestiono dicho enfoque en este artículo), dirige un área o departamento en el que se integran las diferentes funciones relativas al tema de las personas en la organización. Ahora bien: para poder asegurar un desempeño realmente efectivo (eficaz y eficiente) del área que dirige, dicho funcionario debe, al menos:
- Dominar la esencia conceptual, metodológica y práctica del diseño, el funcionamiento, la evaluación y la mejora continua del sistema que dirige.
- Poseer un conocimiento adecuado y actualizado de la esencia procedimental de cada una de las funciones que integran el sistema de gestión humana y cada uno de sus subsistemas.
- Dominar el modelo y los procesos de integración de la estrategia de gestión humana en la estrategia general de la organización, y los diversos mecanismos a través de los cuales le sirve de soporte.
- Conocer a fondo la forma en que las diversas funciones deben insertarse en cada uno de los procesos del sistema.
- Conocer detalladamente el perfil profesional y el plan de carrera de sus subordinados.
- Ser un especialista de excelencia en al menos una de las funciones del Departamento.
- Dominar a nivel teórico/práctico los fundamentos de la gerencia y el liderazgo de personas, grupos y organizaciones.
- Dominar a fondo el sistema de gestión del desempeño de la organización.
- Y en función de todo ello, aplicar de forma integrada el enfoque estratégico, el enfoque sistémico y el enfoque de procesos para gestionar la actividad del Sistema de Gestión Humana.
Este abordaje convierte al Director de Recursos Humanos en un generalista. Domina ampliamente y en profundidad todo lo general del sistema dirigido, y dentro de ello, el modo en que lo particular se inserta e integra al mismo; y sin ser necesariamente especialista en todas las funciones que se le subordinan, las maneja lo suficiente para poder administrarlas desde una perspectiva sistémica y de procesos, y poder gestionar el desempeño de sus ejecutores/responsables directos, que sí son especialistas en cada una de ellas; pudiendo, además, ofrecer ejemplo de desempeño efectivo en la que domina como especialista.
2- El Director o Coordinador Académico de un área disciplinar en una institución educativa universitaria (digamos, por ejemplo, el departamento o área disciplinar de Administración), gestiona el desempeño docente de toda la planta de profesores que le está subordinada, abarcando las tres funciones sustantivas que dicho desempeño incluye: investigación, docencia y extensión. Para ello debe, al menos:
- Dominar al máximo nivel y con todo detalle el sistema regulatorio de la educación superior en el país de que se trate.
- Dominar al máximo nivel y con todo detalle el modelo educativo institucional de la Universidad.
- Dominar al máximo nivel el Plan Estratégico y demás instrumentos proyectivos, normativos y regulatorios de la Universidad.
- Dominar el Plan de Estudios de cada una de las carreras o especialidades que reciben disciplinas o asignaturas de su área, así como los fundamentos generales de cada uno de los programas de las mismas.
- Dominar al máximo nivel la metodología general de la enseñanza de la ciencias administrativas.
- Dominar al máximo nivel la metodología de la investigación en ciencias administrativas.
- Dominar al máximo nivel posible el diseño, la implementación y la dinámica de los procesos docentes, investigativos y extensionistas en temas administrativos.
- Conocer detalladamente el perfil profesional y el plan de carrera de sus docentes.
- Conocer la situación general, niveles y perspectivas de desarrollo de las áreas geográficas y entornos socioeconómicos de procedencia del estudiantado que recibe docencia por parte de sus profesores -o cualesquiera en que estos intervengan-, para poder evaluar la pertinencia de sus intervenciones investigativas y extensionistas.
- Dominar a nivel teórico/práctico los fundamentos de la gerencia y el liderazgo de personas, grupos y organizaciones.
- Dominar a fondo el sistema de gestión del desempeño de la Universidad.
- Y por supuesto, ser un especialista de excelencia en al menos una de las disciplinas o asignaturas que su departamento imparte.
Este enfoque hace del Coordinador o Director Académico un generalista. Domina ampliamente lo general del sistema en que trabaja y las principales especificidades cuya integración al mismo debe gestionar, así como el potencial de sus actores, ejecutores y responsables directos para desarrollar con efectividad sus cometidos; y puede, además, ofrecer ejemplo de desempeño efectivo en la disciplina que domina como especialista.
Obviamente, he intentado aquí proponer ejemplos en actividades que conozco a un nivel razonable. Para otras, habría que hacer los correspondientes ajustes temáticos, pero lo importante es el enfoque. Y con estos elementos, creo que podemos arribar a una propuesta orientada a la práctica.
Un generalista es alguien que maneja a nivel general y con enfoque sistémico el funcionamiento y desempeño de la entidad y/o área en que labora, integrando en ello las competencias especializadas propias y de otros actores, y gestionando su desempeño desde la integración de las funciones y/o los procesos en lo sistémico y lo estratégico del funcionamiento y desempeño grupal y organizacional.
Considerando los objetivos de este material, me parece que podemos trabajar con esto. ¿Y tú, que piensas?
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Breve disgresión: ¿Especialista o generalista?
Traigo esto a colación, porque se relaciona directamente con la condición de experto. Ser clasificado como especialista o como generalista depende de varios factores, entre ellos el tipo y nivel de formación, el ámbito de actuación, y el o los enfoques aplicados en el desempeño. En un próximo artículo exploro y profundizo sobre el interesante y debatido dilema entre generalistas y especialistas, y hago un grupo de propuestas al respecto.
Porque no necesariamente está todo dicho sobre ello, y algunos planteamientos (a mi juicio demasiado categóricos en su toma de posición) pueden estar trayendo cierta distorsión al mercado; tengo casos de sobra para demostrarlo. Ser generalista puede ser, y de hecho lo es, una compleja, exigente y altamente impactante especialidad, y un campo muy necesario y necesitado de expertise profesional. ¡Lo veremos!
Definición operacional de experto
¡Llegamos!
¿Quién es un experto en la práctica?

A estas alturas, creo que tenemos claro que un verdadero experto, como lo hemos ido definiendo en el punto correspondiente, tiene de muchas cosas. Veamos un brevísimo resumen antes de avanzar.
- Tiene de profesional: ejerce una profesión, con ciertos requerimientos, por un determinado tiempo, en determinadas condiciones de dedicación y aplicando a ello sus competencias.
- Tiene de especialista: es un profesional que conoce a fondo las especificidades de un campo concreto y las maneja a nivel de excelencia; pero ello no lo pone necesariamente en condiciones de integrarlas a nivel sistémico.
- Tiene de generalista: es un profesional con alta especialización, que es capaz de integrar competencias de diversos dominios de un campo y gestionarlas con efectividad a nivel sistémico.
- ¿Y de genio? Pues depende. Posiblemente algunos, pero lo que resulta más probable es la manifestación de rasgos de genialidad en algunos expertos, en algunos momentos, en algunos contextos; no es una condición generalizable, sino muy casuística. Lo que ha quedado claro es que no se puede ser un genio sin un alto nivel de expertise. Pero un alto nivel de expertise no implica ser un genio.
Entonces, ¡hablemos del experto!
Es preciso considerar muchos elementos al intentar definir esta categoría profesional. Entre ellos, y fundamentalmente, la universalización del acceso a la información y el conocimiento que ha llegado de la mano de Internet, lo cual pone a miles de millones de personas en capacidad de acceder a incontables opciones de autoformación, aprendizaje y práctica profesional en línea, así como a enormes fuentes de conocimiento que cada día se incrementan y democratizan.
Incluyo en esa lista los más actualizados quehaceres y productos de la ciencia moderna en múltiples campos, muchos de los cuales son accesibles sin costo alguno; por ejemplo, desde un número creciente de sitios de internet en los que cualquier persona conectada puede leer y descargar gratuitamente trabajos científicos de alto nivel.
Ejemplo: Tesis en Red, sitio donde se accede fácilmente a más de 72 000 Tesis Doctorales defendidas en muchas de las más prestigiosas Universidades españolas, abarcando prácticamente todos los campos del saber humano, y que se actualiza casi a diario.
¡Y hay otros! En este de EUMED pueden ser leídos y descargados gratuitamente miles de libros, tesis, artículos, publicar los propios, tomar cursos, participar en congresos online con valor curricular, etc., etc. Y si exploras adecuadamente la red, hallarás muchos más. ¡Esas son oportunidades para crecer!
Para no hablar de las infinitas opciones de información actualizada que, sin llegar al nivel de ciencia, son propuestas de divulgación informativa confiable, pertinente y en muchos casos relevante. Ejemplo, la blogosfera (hay miles de blogs de excelente nivel informativo en cada tema que podamos imaginar). Hay también cientos de sitios prestigiosos y actualizados -algunos de nivel científico/investigativo y otros más bien monográficos, analíticos y divulgativos-; entre ellos, SciELO, Monografías, Puro Marketing, De Gerencia, por citar solo algunos de los que frecuento por mis áreas de trabajo.
Todo ello implica, entre otras cosas, que formarse y ejercer de un modo que nos haga calificar como expertos es posible y accesible a muchísimas personas. Pero también significa que las exigencias del mercado a quienes pretenden calificar como tales se tornan mucho mayores, puesto que la posibilidad de acceso a la información y la formación es masiva (también para los clientes, estudiantes, etc.); y en tal escenario, la diferenciación solo puede obtenerse con un nivel de formación, ejercicio, innovación, creación, originalidad, contribución e impacto que tienda a la excelencia de forma estable, creciente y permanente. Obviamente, no todos podemos ser excelentes de ese modo.
En otras palabras: vivimos hoy la paradoja de que, en un contexto en que cualquiera puede ser y calificar en el mercado como experto, solo lo serán los mejores.
A partir de todos estos elementos, y considerando los diversos desarrollos y resultados vistos en la práctica propia y de otros muchos colegas, me atrevo a proponer una definición operacional del término, desde la perspectiva del tipo de actividades a las que generalmente se dedican las personas de los ámbitos profesionales que frecuento o con los cuales interactúo. Y por supuesto, adaptable a otros tipos de actividad, con los ajustes y adecuaciones de lugar.
Un experto es, a mi juicio, una persona que:
Ha estudiado un campo del conocimiento durante el tiempo y con la profundidad, amplitud y diversidad suficientes para ser considerado como referencia obligada en el tema, inclusive entre los más avezados estudiosos y/o practicantes del mismo.
Ha sido capaz de concebir, crear, desarrollar, aplicar y validar teoría y/o metodología propia, pertinente o relacionada con el tema; o en otros casos, de aplicar en formas creativas, innovadoras, productivas y desarrolladoras las propuestas de otros expertos o autores, enriqueciéndolas con su praxis y enfocándose a la búsqueda y apertura de un espacio innovador propio.
Ha prestado y presta servicios profesionales en el campo, en la cantidad y variedad suficiente para ser considerado un conocedor profundo del comportamiento reciente y actual del mismo, así como de sus tendencias evolutivas presentes y previsibles.
Tiene, mantiene y desarrolla el nivel de competencia profesional (actualización y suficiencia teórica, metodológica y práctica, así como capacidad de adecuación, aprendizaje acelerado y producción intelectual) que lo habilita para un ejercicio de alta efectividad, tanto en los temas ya conocidos como los emergentes en su campo de expertise.
En virtud de los 4 aspectos anteriores, goza de un reconocido prestigio y es portador de una marca personal de alto, sostenido y perdurable impacto positivo en su sector: la marca que solo puede dejar un Experto.
Al menos, creo que podemos quedar de acuerdo en que hay mucho espacio ahí, ¿verdad?
En este punto, quiero proponerte algunos nombres. Solo una breve muestra, a modo de ejemplos de lo que entiendo como Experto; y por supuesto, escogidos entre quienes trabajan temas afines a los que trabajo, de quienes siempre aprendo, a quienes admiro, y cuyas trayectorias y/o desempeños intelectuales en línea frecuento más y conozco lo suficiente. Obviamente, en este pequeño listado no están todos los que son, pero a mi humilde juicio, definitivamente, sí son todos los que están. Los niveles, temas, estilos, trayectorias, tiempos, ámbitos e impactos, diferentes; que no tienen por qué ser iguales. El orden, estrictamente arbitrario.
Bueno; pensándolo bien, me atreveré a proponerte unos pocos nombres más en otros dos temas que no están para nada en mis áreas de especialización (ellos se especializan en blogging y marketing digital), personas de las que a diario intento aprender en ambos temas, pues también les admiro profundamente y en algún momento espero lograr algo de suficiencia en sus campos, para desarrollar mejor los míos. Hay otros muchos; solo menciono algunos de los que más frecuento y de quienes me nutro. ¡Y son verdaderos expertos!
Quiero incluirte en este apartado un espacio colectivo lleno de expertos (propios e invitados) que aportan mucho en el ámbito del social media y community management, el marketing de contenidos, el blogging y otros temas relacionados. Varios de sus posts me han marcado y enseñado muchísimo. Ellos son El Blog de Aula CM.
Y del país en que resido (mi segunda patria, la hermosa República Dominicana) quiero destacar -entre varios que conozco y valoro- a un joven experto, altamente especializado en un campo que no domino en absoluto (las telecomunicaciones), pero a quien admiro por su profesionalidad, su enfoque, y la forma excelente en que ha sido capaz de construir, desarrollar, comunicar y posicionar su expertise y su marca personal. En mi profano criterio, Hiddekel Morrison es un verdadero experto.
NOTA: Detalle curioso que he notado luego de concluir la lista. De los que he conocido o con los que he podido interactuar de forma un poco más cercana y personal, o he accedido a las diversas referencias existentes sobre ellos en la red, también puedo destacar su calidad humana -o sea, son buenas personas; y ojo, este no era un criterio de selección-. No hay uno de quien pueda decir lo contrario, ni he sabido de alguien que lo haga (y la red guarda pocos secretos).
¿Casualidad? ¿Qué crees tú?
Te sugiero una mirada a cada nombre de ambas pequeñas listas y captarás de inmediato mi intención: mostrarte a un EXPERTO (que no significa ni equivale a perfecto). Así aporta valor un EXPERTO. Con esos contenidos e interacciones. Con esa calidad conceptual, analítica y metodológica. Con tal profundidad, ubicación, actualidad, sentido crítico, enfoque personal, practicidad, pertinencia. Con ese impacto.
¿Ves por qué sostengo que no todos podemos ser expertos?
Estos expertos son, portan, y deja cada uno a su paso -como otros que faltan en la lista-, una poderosa MARCA PERSONAL. La MARCA PERSONAL de los EXPERTOS. Me adentraré ahora en este tema, el centro neurálgico del post.
Definición operacional de marca personal
¿Qué es la marca personal?

Este es un tema muy novedoso (apenas dos décadas de tratamiento formal) y de enorme actualidad internacional (vertiginoso y sostenido crecimiento de las cifras de estudiosos, practicantes, estudiantes y clientes, tanto individuales como organizacionales), en cuyo aprendizaje y cultivo vengo trabajando desde hace bastante tiempo, pero sobre el cual he comenzado a publicar algunos resultados desde 2015 a la fecha (sobre todo en Puro Marketing), y algunas propuestas en otros espacios, además de los propios; y ya trabajo en la conclusión de dos libros de próxima aparición. Mis estudios e intervenciones me han permitido proponer algunos elementos conceptuales y metodológicos, de los cuales comparto un brevísimo resumen a continuación.
La marca personal de un ser humano es un elemento de índole totalmente subjetiva (depende de la percepción que las personas en nuestro entorno tengan de nosotros), pero derivada de elementos muy objetivos (dicha percepción suele basarse en diferentes realidades que son palpables de diversas formas por dichas personas).
¿Cómo está integrada?
A mi juicio, del siguiente modo: lo que somos, lo que hacemos, lo que logramos, y el modo en que impactamos con todo ello en nuestro entorno.
Gráficamente, puede ser visualizado así:

Veámoslo in extenso.
1- Lo que somos, puede ser definido como el ser humano y social en que nos convierte la combinación entre la herencia genética, la crianza y convivencia familiar con todos los ámbitos que incluye, y la interacción social con todas las influencias que aporta a nuestra personalidad y su manifestación en la práctica; o sea, es un resultado concreto y complejo que incluye, entre otros, los siguientes elementos:
- situación de salud física y psicológica
- formación familiar, ideológica, académica, laboral, religiosa, comunitaria
- personalidad (carácter, temperamento, capacidades, principios, valores, etc.)
- presencia, porte y aspecto, y su ajuste a los diferentes momentos y contextos
- motivaciones, intereses, gustos, aficiones, inclinaciones
2- Lo que hacemos, se enfoca en nuestro ser activo (la actividad es una muy importante y estudiada categoría psicológica), y depende entre otros aspectos de nuestra capacidad de expresar y convertir nuestro potencial (lo que somos) en acciones y procesos de vida. Se trata precisamente de procesos, e incluye, entre otros, los siguientes aspectos:
- investigación e innovación
- relaciones humanas e interacción social
- comunicación con el entorno
- creación artística, literaria y en otros campos
3- Lo que logramos, consiste en resultados concretos y específicos en los cuales se integra lo que somos con lo que hacemos, con interdependencias compartidas, retroalimentación cíclica e interinfluencias mutuas entre ambas dimensiones; e incluye, entre otros, los siguientes aspectos:
- resultados individuales “tangibles” (logros académicos como graduaciones y títulos; logros laborales y profesionales como innovaciones, nuevos productos lanzados al mercado, promociones, ascensos, aumentos, premios; logros políticos como los triunfos electorales o la construcción de organizaciones exitosas; logros sociales como la llamada movilidad social, la adquisición de objetos demostrativos de la elevación del status social y la calidad de vida, etc).
- resultados colectivos “tangibles” (indicadores de eficiencia y eficacia obtenidos con nuestro aporte, elevación de la participación colectiva en los procesos grupales, cambios organizacionales exitosos, mejoras del clima y la satisfacción laboral, incrementos de la calidad y la competitividad, etc.)
- el ejemplo personal que ofrecemos y funciona positivamente en el contexto.
- la valoración colectiva que obtenemos a partir de nuestros logros.
- la influencia que ejercemos sobre nuestros compañeros y colaboradores.
- los impactos que logramos a partir de nuestros resultados.
4- El impacto que la integración sistémica de los tres elementos deja en nuestro entorno: todo lo que somos como personas, lo que hacemos utilizando y aplicando lo que somos (o simplemente porque ello “brota”, que no todo ni siempre es voluntario), y lo que logramos como resultado de lo que somos y hacemos, constituye una huella que queda en las personas con las cuales interactuamos de una u otra forma a lo largo de nuestras vidas.
Un breve y muy sintético resumen de la integración multidimensional propuesta para la marca personal, a través de la cual marcamos e impactamos en nuestros entornos, podría plantearse aproximadamente, en una suerte de fórmula, como sigue:
Fulano es una persona así, así, y así, que proviene de tal contexto y estrato, y ha crecido y ascendido de este y aquel modo; trabaja de esta forma, hace tales y cuales cosas, se relaciona de tal manera, etc., etc.; y a través de todo eso, ha logrado esto y aquello, ha fracasado en esto otro, se ha convertido en alguien con estos atributos y resultados, lo vemos, percibimos y sentimos de tal manera, nos inspira de este modo y nos impacta de este otro.
Todo esto se manifiesta de modo subyacente y no explícito; es decir, a nadie se le pregunta, ni obviamente responde, ¿cuál es la marca personal de Fulano? Pero cualquiera puede responder sobre cómo es Fulano, cómo actúa Fulano o qué ha logrado Fulano, o simplemente, qué le parece Fulano… y cómo le hace sentir todo ello. Y esos elementos nos permiten identificar a Fulano como el portador de una marca personal con tales y cuales atributos.
Este concepto de marca personal es un artefacto simbólico, un intangible construido para reflejar los impactos de lo que somos, hacemos y logramos, sobre nuestros diversos entornos y espacios de incidencia, tal como cualquier producto (ya sea bien o servicio) impacta sobre sus consumidores. Y es, a mi juicio, un excelente y muy funcional artefacto de la gestión del desarrollo y la mercadotecnia personal (asumiendo como equivalente la denominación de artefacto propuesta para el campo de la cultura y el liderazgo organizacional, en lo cual resulta paradigmático el clásico aporte de Edgar Schein -véase el breve e interesante resumen que hacen sobre este tema varios autores, que se encuentra disponible aquí–).
El concepto de marca personal es un artefacto cuya utilización y gestión inteligente puede contribuir profundamente a la maximización favorable de los mencionados impactos.
Me gusta incorporar a esta definición de marca personal un abordaje aplicado, extrapolado del célebre modelo de gerencia de los servicios propuesto por Jan Carlzon: los momentos de la verdad.

Como resumen de este punto, quiero dejarte con un breve y logrado compendio audiovisual creado en 2013 por los colegas y amigos de Soy mi Marca, en el cual podrás contrastar un buen número de definiciones de expertos en el tema (entre ellos, la propuesta por su creador, el gran Tom Peters), sobre lo que es la marca personal. ¡Te lo recomiendo!
Experto en acción. Gestionando su marca personal

La marca personal de un experto está integrada, partiendo del modelo antes propuesto, por lo que ese ser humano es, hace, logra, y cómo impacta en derredor con todo ello. Pues la primera condición para ser considerado EXPERTO, es ser PERSONA, y para ser MARCA, interactuar con OTRAS PERSONAS. Y tales interacciones dejan necesariamente huella, o sea, impacto.
A tono con esto, he propuesto recientemente algunos elementos sobre el tema de la marca personal aplicada al desempeño laboral, sea en un empleo o un negocio propio; y como resultado de una intervención de consultoría, puedo presentarte para tu análisis un caso real de estudio sobre cómo un emprendedor puede gestionar su marca personal de liderazgo.
Considerando las anteriores definiciones y todos estos elementos de la realidad, cabe preguntarse: ¿cómo son los expertos, qué hacen, cómo actúan, qué resultados obtienen, cómo los manejan y se manejan al respecto, y cómo impactan con todo ello en su entorno?
O lo que viene a ser lo mismo: ¿cómo proyectan y gestionan su marca personal?
Te propongo a continuación algo de lo que he observado, constatado y sistematizado al respecto, en mis diversos trabajos con expertos y con sus clientes, estudiantes, superiores jerárquicos, subordinados, colegas y gente común con la que ellos interactúan.
Algunas características clave del verdadero experto
En mis interacciones con verdaderos y legítimos expertos y sus relacionados a lo largo del camino, he podido identificar un grupo de rasgos comunes a ellos que voy a compartir contigo ahora. Cada uno con sus particularidades individuales (que hacen parte de sus marcas personales, y al mismo tiempo, constituyen mecanismos y recursos para gestionarla), comparten valores, creencias, actitudes y/o conductas como las siguientes:
- Un verdadero experto no se basa solo en lo que sabe, sino (y sobre todo) en lo que hace y aporta aplicando lo que sabe. El experto tiene siempre claro que el conocimiento no aplicado es simplemente inútil. Saber no basta; se precisa hacer algo con lo que se sabe; y en ese hacer, se aporta valor, se contribuye y se crece.
- Un verdadero experto jamás incluye en su declaración de expertise algo en lo que realmente no lo sea, pues solo él sabe lo que le ha costado poder lograr dicho status y el reconocimiento correspondiente en el área en que sí lo es, y no arriesgaría de ese modo su marca personal.
- Un verdadero experto combina de un modo muy sólido las variables tiempo y trabajo. O sea, aprovecha al máximo el tiempo de que dispone y lo hace de un modo intensivo en trabajo: estudiando, investigando, interviniendo, produciendo, creando, aplicando y validando.
- Un verdadero experto es un aprendiz permanente y dedicado. Una de las cualidades que le convierten en experto es saber que no puede estancarse en el conocimiento, porque en el entorno actual necesita poseer, demostrar e incrementar su maestría de modo estable y creciente (me gusta mucho en este aspecto el abordaje propuesto por el Maestro y verdadero experto Andrés Pérez Ortega en este artículo reciente). O sea: el verdadero experto sabe que nunca se deja de aprender, y que en un mundo como el actual, con la enorme velocidad e intensidad que tiene la obsolescencia, transformación y renovación del conocimiento, no hay muchas posibilidades de seguir siendo considerado como tal si no se mantiene actualizado, creciendo, innovando y creando. Más allá de lo aprendido en el grado universitario (muy importante, como bien lo destaca el Maestro y verdadero experto Jordi Collell en este artículo), se requiere formación permanente para mantenerse a tono con los cambiantes tiempos que corren. En este artículo, y en este otro, ambos de hace algunos años, el reconocido y prestigioso profesor cubano Dr. Alexis Codina (otro verdadero experto) analiza y desarrolla varios aspectos y tendencias relacionadas con los procesos de cambio actuales y futuros, y diversos problemas asociados a ellos en función de la administración de las organizaciones y la sociedad; procesos todos requeridos de educación continua de sus gestores para un manejo efectivo y pertinente.
- Un verdadero experto es siempre coherente entre su prédica y su práctica. No he visto nunca a alguien verdaderamente merecedor del calificativo de experto que no sea coherente entre lo que dice y hace en su ejercicio profesional. Y ello pasa, entre otros temas, por reconocer cuándo lo que dice ya no funciona en la práctica -pues la vida es más rica que toda teoría y es el escenario idóneo para validar su vigencia-, y que debe renovarse para mantener su calidad de experto.
- Un verdadero experto experimenta e innova: siempre está buscando, en sus diversas interacciones e intervenciones en el contexto, nuevas y mejores formas de hacer y aplicar mejor lo que sabe, y de lograr de ese modo mejores resultados.
- Un verdadero experto aplica y valida: sabe que el mejor modo de conocer si algo funciona (ya sea aprendido en un curso o creado en un proceso innovador), es aplicarlo en la práctica para validarlo y luego extenderlo a nuevos contextos e intervenciones.
- Un verdadero experto emprende como un estilo de vida: la propia manifestación de su expertise parte de transformar y mejorar sistemas, objetos, procesos, situaciones a su alrededor; en ello ha aprendido, crecido y aportado. Y de eso se trata ser un emprendedor.
- Un verdadero experto se equivoca y aprende del error: en los caminos de un experto aparecen siempre (o él mismo las crea) oportunidades ante las cuales debe actuar. La acción implica siempre el riesgo de errar. Pero para un experto, cada yerro es una nueva oportunidad y suele aprovecharla para aprender y mejorar en pos de la próxima vez. Pues para él, siempre hay próxima vez.
- Un verdadero experto desaprende y reaprende: La naturaleza y el curso evolutivo de esta nueva época son consustanciales al cambio constante, abarcador, multitemático y profundo. Lo que hoy funciona puede ser obsoleto mañana. El experto sabe que mantener tal condición implica la necesidad de desaprender lo que ya no funciona e incorporar rápidamente lo que sí lo hace.
- Un verdadero experto cambia y promueve cambio: La dinámica epocal ya mencionada implica que todos los espacios de acción e intervención de un experto están transformándose constantemente; si este no lo hace a su vez, queda obsoleto. Pero además, al transformarse, necesita que a su alrededor los espacios en que interviene asuman las nuevas dinámicas y cursos, para seguir siendo pertinente mientras aporta valor. Por tanto, se erige en promotor del cambio.
- Un verdadero experto enseña y difunde: No tiene sentido para un experto ser el dueño absoluto y monopolizador del conocimiento, porque ello le convierte en rara avis, le hace perder pertinencia y le impide la multiplicación del valor que aporta, a través del cual se le reconoce como experto. Por ende, enseña a otros, difunde y multiplica sus saberes, y asegura de ese modo que sus entornos de actuación sigan necesitándole.
- Un verdadero experto utiliza y/o recomienda a sus clientes, estudiantes y otros colegas los servicios de consultoría, de coaching y de formación permanente -entre otros- que considera pueden resultar pertinentes para reforzar y/o complementar el impacto y la efectividad de sus propias intervenciones, y para la mejora continua de sus desempeños respectivos.
- Un verdadero experto cuida mucho la calidad y pertinencia de su comunicación pública –no solo la comercial, sino la pública-, porque sabe que así cuida su marca personal, y su propia condición de experto. Por ejemplo:
Se ubica en tiempo y espacio; revisa mucho antes de publicar; si es necesario ensaya antes de hablar; escribe y/o habla bien y solo de lo que conoce bien; consulta a colegas antes de comunicar cuando siente que le hace falta; evita incidir en temas en los que tiene poco o nada que aportar, y habla o escribe siempre a tono con quien le escucha o lee. En otras palabras, como dice mi especial y gentil amiga caraqueña Ylse Roa, un experto toma siempre su dosis correspondiente de UBICATEX.
En el mismo tema, pero en otro tenor, no se da AUTOBOMBO –soy el mejor, soy lo máximo, mi método es lo último, solo hablo de mí y difundo únicamente mis cosas–, término muy apropiado que he leído a respetados y admirados colegas de este servidor como Eva Collado Durán y Guillem Recolons (entre otros). Estas personas serían sin duda -expresión que Guillem disfruta- “la última cocacola del desierto”.
Finalmente (tal vez la joya de la corona) un verdadero experto cuida y cultiva su verbo escrito, para no cometer HORRORES ORTOGRÁFICOS. Nunca he logrado olvidar la publicidad de cierto profesional que, siendo técnicamente muy bueno en su especialidad -¡pero de verdad muy bueno!-, se vendía como “esperto”. Sin comentarios.
Sobre este aspecto, conste que no se trata de promover falsa modestia ni nada parecido. Simplemente, pienso que podemos y debemos ser conocidos, reconocidos, valorados y escogidos por ser, actuar y lograr como verdaderos expertos, no por gritar a los 4 vientos que lo somos. Mostrar la obra propia y demostrar la competencia vale e impacta mucho más que pregonarnos como tales.
En un artículo publicado recientemente en Puro Marketing, titulado Más humanos y menos dioses: gestionemos marcas personales creíbles, hice un análisis y varias reflexiones al respecto; inclusive comentando un par de casos reales. No me repetiré aquí sobre ello; te sugiero lo consultes.
El que no sabe y no sabe, es un necio; apártate de él. El que no sabe y sabe que no sabe, es sencillo; instrúyelo. El que sabe y no sabe que sabe, está dormido; despiértalo. El que sabe y sabe que sabe, es sabio; síguelo.
Sabiduría Popular Árabe.
Cerrando el punto
Un experto (como cualquier persona) gestiona su marca personal en el diario quehacer. Una opción muy recomendable para ello -y por mi parte, recomendada- es utilizar servicios de asesoría en branding personal, en los cuales un experto en el tema puede ayudarle a optimizar la gestión de su marca, y gracias a ello, convertirse en la opción preferente.
OJO: Una marca que ya existe, no un invento ni un ser de laboratorio. No hay ni puede haber “biotecnología transformacional” en esto. Los asesores en branding personal trabajarán con USTED, sobre USTED, sobre la persona y marca que ya es USTED, identificarán junto a USTED la distancia entre su marca actual y la que necesita, por ejemplo, para ser competitivo en su mercado – o para lo que usted lo desee-, y lo ayudarán a convertirse en ese USTED diferente como marca. Pero NO PUEDEN CAMBIAR LO QUE USTED ES como ser humano. Eso, si alguien puede hacerlo, es solo USTED.
Y como ya hemos visto, la marca personal se integra sistémicamente entre lo que una persona es, hace, logra, y el impacto de todo ello. Pero para hacer, lograr e impactar, primero debe SER.
USTED debe SER. Está claro, ¿verdad?
Un experto no es necesariamente el que más sabe sobre un tema, sino el que más aporta y más valor agrega en el tema del que sabe mucho.
El enfoque sistémico y la condición de experto

Una característica de todo verdadero experto es que conoce y maneja perfectamente los mejores métodos de intervención (generales y específicos) que resultan pertinentes a sus áreas de especialización o expertise. De los específicos sería demasiado engorroso hablar, dada la gran diversidad de posibilidades y mis obvias limitaciones debido a ello -solo podría hacerlo sobre las áreas que manejo y muchísimas otras quedarían fuera-; pero entre los generales, me interesa destacar uno que es común a prácticamente todas las áreas: el enfoque sistémico, aplicable y necesario en la gestión, el manejo y la mejora de todo tipo de proceso o actividad humana.
En un sistema, todo lo que ocurra en uno de sus subsistemas, áreas de alguno de ellos, o elementos integrantes de un área, impactará de forma inevitable sobre las demás, y propiciará o provocará un cambio (favorable o desfavorable) sobre su funcionamiento y resultados. Un verdadero experto no puede ignorar, ni en la teoría ni en la práctica, este enfoque, que debe ser siempre parte de su condición, formación y trabajo como tal.
Ello se pone de manifiesto al trabajar en/con/sobre todo tipo de sistema: una organización, el cuerpo humano, una máquina herramienta, un mercado, segmento o nicho, una persona que ofrece servicios profesionales, una computadora, una nave espacial, una congregación religiosa, la atmósfera terrestre, una colonia bacteriana, un tren de alta velocidad u otro cualquiera. Sería pues, erróneo incidir sobre uno de sus subsistemas, o una cualquiera de las áreas, zonas o partes integrantes de dicho subsistema, obviando las demás con las cuales ella se relaciona, o sobre las cuales incide de uno o otro modo, y/o cuya incidencia recibe.
Veamos cuatro ejemplos sencillos, escogidos de entre mis temas de intervención frecuente:
En la gerencia:
Toda decisión que un equipo directivo tome sobre alguno de los tres grandes subsistemas organizacionales (técnico, humano y gerencial, según el enfoque sociotécnico), repercutirá de manera inevitable sobre el funcionamiento y resultados de los otros dos. Todo experto en gerencia lo sabe. Veámoslo de forma muy general:
- Cambios en el funcionamiento y la dinámica gerencial impactarán necesariamente a las personas y a los procesos;
- Cambios en el modo de trabajar con las personas, inciden en el modo en que estas manejan los procesos e interactúan con la gerencia; y …
- Cambios en el diseño e implementación de los procesos, se reflejan en la forma en que sus actores directos trabajan y los conducen, y en el modo en que la gerencia debe incidir sobre ellos.
En la educación:
La principal salida de cualquier sistema educativo está necesariamente relacionada con la calidad integral que ostenten sus egresados, y la capacidad de estos para insertarse en la sociedad como ciudadanos capaces de ser, hacer, crear, lograr y contribuir en formas compatibles con los valores y la cultura socialmente aceptados y compartidos por ella; y en los actuales tiempos, también sobre la nueva dimensión de la educación como proceso globalizador, entre otros múltiples y diversos aspectos.
Toda distorsión que afecte negativamente alguna de las esferas de incidencia del sistema educativo sobre sus estudiantes, afectará también su desarrollo integral y tendrá efectos desfavorables sobre la mencionada calidad una vez egresen; es decir, restará valor e impacto positivo a la salida principal del sistema. Un experto en gestión educativa nunca debería perder de vista esta mirada desde lo sistémico.
En la consultoría:
Sabido es que cuando un consultor gerencial/organizacional entra a una empresa por solicitud de su dirección, se convierte de facto en un generador y/o promotor y/o agente directo o indirecto de un grupo de cambios, de la índole que sean, a diferentes niveles de la estructura organizativa y que afectan diversos cursos dentro del rumbo estratégico organizacional (puedes ampliar luego sobre los procesos consultivos organizacionales en este artículo).
Pero los cambios normalmente favorables para los que el consultor ha sido llamado y contratado, pasan inicialmente por las consabidas resistencias. Ello es inevitable; la sola presencia del consultor tiene un impacto sociopsicológico importante en el colectivo laboral, que no siempre es inmediatamente positivo (¿a qué viene?, ¿qué problemas hay?, ¿qué va a cambiar aquí?, y sobre todo, ¿cómo me afecta esto a mí?, etc., etc.). Impacto que solo se disipa con el tiempo, el trabajo productivo y constructivo, mucha y buena comunicación, mucha y buena participación, muchos y buenos estímulos al involucramiento de los diferentes actores implicados en las intervenciones.
Y mientras el agua va y viene, surgen y se resienten inevitables afectaciones al clima organizacional y a los resultados, al menos a corto plazo. No trabajan ni producen igual personas sosegadas y tranquilas, que personas que sufren algún nivel de incertidumbre (especialmente en momentos en que el empleo y su seguridad son variables tan inciertas) y que si no se maneja bien la comunicación y la transparencia, pueden sentirse inclusive amenazadas. ¿Cómo reaccionaría cualquiera de nosotros ante algo así?
Esta afectación a un subsistema organizacional está afectando el normal funcionamiento y desempeño de los demás. Ningún experto en consultoría, o en psicología organizacional y temas relacionados (ni tampoco un buen administrador), debe ignorar esto, y requiere proponer y/o tomar las acciones pertinentes.
En el branding personal:
Para ejemplificar brevemente en este tema (pues ya hemos avanzado en él), me remito a las definiciones que hemos compartido sobre el mismo. Como sabemos, una marca personal integra lo que la persona es, hace, logra, y el impacto de todo ello en su entorno.
¿Será el mismo impacto, y tendrá la misma calidad, sostenibilidad, perdurabilidad y relevancia si se trabajan de forma equivalente, sistémica y consistente las tres grandes dimensiones, que si solo se prioriza una de ellas y se minimizan las restantes? ¿O si se ignora la interrelación y el ineludible vínculo causa/efecto existente entre las tres?
Un experto en branding personal no puede obviar nunca la importancia y significado del enfoque sistémico en sus intervenciones.
La reorientación profesional y la condición de experto

Este es un punto breve, sencillo de analizar y espero que también de aplicar.
Reorientarse profesionalmente es, básicamente, tomar un rumbo de especialización para el desempeño diferente al que originalmente fue definido por la formación profesional recibida. Y ese cambio de rumbo puede deberse a múltiples factores, de muy diversa índole e implicaciones. Pero lo que nos interesa es evaluar lo siguiente:
¿Se puede ser experto en un campo en el cual no fuimos originalmente formados? O de otro modo, ¿puede un ingeniero mecánico ser experto en formación, un arquitecto en consultoría, un médico en branding personal?
La respuesta es un rotundo sí. De hecho, abundan los ejemplos, y puedes hallar varios en la lista de expertos que te he propuesto anteriormente; pero lo que más me interesa destacar es la influencia que en esto tiene el propio desarrollo y la evolución de la sociedad y la economía; en otras palabras, el cambio de época.
Por poner solo un ejemplo obvio y de amplio dominio: la llegada de internet, con todos los nuevos desarrollos que le acompañan, ha hecho surgir muchísimas nuevas necesidades de índole o base tecnológica, que deben ser satisfechas mediante determinado desempeño humano. Hace 30 años, no se formaban en el mundo personas para trabajar en tales temas; y el desarrollo no podía esperar por los llamados “nativos digitales”. Muchos que hoy rondamos o pasamos los 50 tuvimos que (y de hecho, quisimos) reorientarnos hacia el novedoso, impactante y apasionante mundo de las tecnologías de la informática y las comunicaciones… y aquí estamos, y muchos con un altísimo nivel de expertise. No yo, que soy un usuario más o menos intermedio y en algunos temas, ni siquiera básico: eres tú, que ahora mismo me lees, pasas de los 40, dominas a tope el meollo de todo esto… en fin, eres un verdadero experto en ellas.
Ello significa que podemos perfectamente convertirnos en expertos en nuevos campos para los que no fuimos originalmente formados, en los cuales hay excelentes y enormes oportunidades esperando quien las tome; inclusive, quien las cree. Depende de nosotros. De ti, de mí, de ellos. ¿A qué esperamos?
¿Titulaciones académicas de Experto?

Otro punto muy breve. Solo para dejar constancias.
Hay cierta tendencia en algunas instituciones de educación superior a acreditar formaciones de postgrado con el título de Experto Universitario en… Con el máximo respeto que me merecen las Universidades que así lo hacen, pienso que esto amerita un reanálisis. Un verdadero experto (con todas las implicaciones, contenidos e impactos del concepto) no se hace en uno ni en dos años de estudios de postgrado. La condición de experto, tal como la hemos visto, tiene requerimientos imposibles de cumplir en una modalidad de formación académica del tipo al que me refiero.
Y con el otorgamiento de tales diplomas, posiblemente se esté reforzando una distorsión a la marca personal de los expertos. Pues como lo hemos visto, dicha marca debe estar sólidamente marcada, además de la formación académica, por experiencia, investigación, innovación, contribución, producción intelectual, y mucha, mucha práctica.
Hay algunos casos en los que esto sí se justifica. Conozco de instituciones universitarias a las que usted arriba con una larga trayectoria y amplia experiencia en su campo -inclusive ello se exige como requisito-, y tras lograr determinado número de créditos académicos y demostrar sólida suficiencia práctica, se le otorga el título de Experto. Ahí sí vale. Pues hay un expertise probado inclusive antes de acceder a la mencionada formación y posterior titulación.
¿Qué piensas tú?
Comprobando el expertise

Como ya te he comentado, en estos tiempos proliferan en la red autodenominaciones de experto, y obviamente no hablo de quienes sí lo son y merecen divulgarlo. Hablo de los otros.
Como al parecer la palabra vende, muchas personas quieren usarla para vender su marca y servicios. A veces, explorando la red y sus entornos, y comparando lo allí visto con lo que realmente constato a diario offline -y hasta online-, me pregunto cómo es posible que en un tema X en el lugar Y o Z haya tal crisis como la presente, ¡habiendo en dicho campo y contexto tantos expertos!
Ello significa, en mi opinión, que los filtros a aplicar por parte de quienes demandan servicios de experto deberían extremarse. Porque el hecho de que en una web, perfil o tarjeta de visita diga que Juan Pérez es Experto en Transporte Vertical (sinónimo de operador de ascensores en un viejo chiste cubano), no significa que lo sea. Deberíamos comprobar qué tan bien hace el trabajo, por cuánto tiempo lo ha hecho antes, qué resultados ha tenido, qué tan cerca están su preparación/experiencia/resultados y nuestro problema, etc., etc.
Antes de contratar los servicios de alguien que antepone tal categoría a los temas que trabaja (“soy experto o experta en…”) yo le preguntaría siempre cosas como estas:
¿Qué has hecho como práctica profesional en el tema? Muéstrame evidencias.
En este caso, yo buscaría al menos información sobre tiempo de intervención, técnicas y métodos aplicados, y su correspondencia entre ellos y con los resultados obtenidos. Porque con tanta bibliografía disponible, es fácil que alguien estudie dos o tres técnicas puntuales y hasta aprenda a aplicarlas bien; pero el sentido para integrar y analizar sistémicamente sus resultados, contrastarlos con la dinámica del sistema intervenido y con las tendencias del sector y del mercado, por ejemplo, y a partir de ahí definir y proponer cursos de acción confiables… ese nivel no se logra solo con técnicas. Requiere experiencia pertinente y validada.
¿Qué has escrito sobre el tema? Permíteme leerlo, por favor.
Aquí, por supuesto, yo contrastaría lo que leo con las propuestas de otros autores, y constataría la originalidad de los aportes conceptuales o metodológicos efectuados por este profesional. O al menos, el tratamiento diferenciador y con óptica propia de conceptos ajenos (que no todos podemos decir cosas nuevas, pero definitivamente, sí podemos decir cosas ya dichas de nuevas maneras; sobre todo, maneras nuestras, y además, respetando a plenitud los derechos intelectuales existentes). Si no podemos hacer al menos esto último, no somos verdaderos expertos del tema.
¿Qué has aprendido trabajando sobre el tema? Expónmelo tan ampliamente como puedas.
Yo nunca pondría la construcción y aplicación de soluciones a mis problemas profesionales (sean individuales u organizacionales) en manos de alguien incapaz de compartir lo que ha aprendido y demostrarme lo que sabe en relación con el tema que nos reúne. Pues ello solo puede deberse a tres cosas: no quiere (y eso le descalifica a nivel de valores); o no puede (y habría que ver entonces qué tanto sabe realmente); o no sabe (¿y entonces?).
¿Qué nuevas ideas tienes o en qué nuevos proyectos te encuentras?
Un verdadero experto siempre tiene algo nuevo entre manos: una idea, un proyecto, la continuación de uno anterior que tuvo que interrumpir, su próximo libro, su próximo post, su próximo curso o evento… Y salvo raras excepciones, suelen ser proclives a hablar de ello, inclusive como técnica de venta. ¿Qué tan confiable resulta un experto que no está creciendo, o haciendo por crecer, o demostrando que crece?
¿Qué me ofreces y qué valor puedes aportar a lo que yo soy, hago y logro?
La clave de la contratación de un experto debería siempre ser la congruencia entre las necesidades del cliente y las competencias del experto. En ese punto en que ambas confluyen, se produce el aporte de valor. Ante una pregunta de este alcance, el verdadero experto debe ser capaz de:
- captar la verdadera esencia de las necesidades del cliente,
- identificar cuáles de sus competencias pueden generar el valor requerido para solucionar tales necesidades,
- identificar posibles necesidades latentes y/o subyacentes, pero no sentidas aún por el cliente,
- proponer nuevos puntos de intervención, desde nuevas confluencias entre esas otras necesidades y sus otras competencias disponibles,
- diseñar o al menos esbozar de forma sintética un modelo de intervención que permita materializar todo ello, y
- presentarlo de un modo que resulte al mismo tiempo claro, breve, preciso, fácil de captar y contundente; en fin, literalmente, enamorar al cliente del valor que puede aportarle con su intervención.
Solo con base en este tipo de respuestas, en su confiabilidad, riqueza, seguridad y solidez, puedo yo basar mi posible contratación de un experto para confiarle todo o parte del desarrollo de mis proyectos. Porque se trata de mí, de mi familia, de mi plenitud, de mi realización personal y profesional, de mi marca personal, de mi imagen pública, de mi sustentabilidad económico/financiera personal y familiar a corto, mediano y largo plazo, de mi paz y mi tranquilidad espiritual y emocional… y estas cosas no se pueden poner en las manos de cualquiera. Solo de un verdadero experto.
Porque al final, el expertise se demuestra con resultados, no con autobombo. Si usted es experto en un tema, debe haber cosechado al ejercer un grupo de logros interesantes que pueda mostrar; debe tener algunas personas dispuestas a avalar lo que ha hecho; y por supuesto, debe tener obra creada (escrita, audiovisual, gráfica, edificada, o en el formato que sea) que lo identifique entre ellos. Y además de todo ello, debe estar en capacidad y disposición de compartirlo, al menos en modo demostrativo, con quien va a contratarle para un servicio tal o cual. Porque el verdadero experto aprende y crea, y comparte lo aprendido y creado.
Marketing de Experto: mercadeando marcas personales

¿Cómo se mercadean los expertos que lo hacen bien?
Muy sencillo: cada uno a su manera. No hay fórmulas universales para esto, porque un experto es, primero que todo, un ser humano, y no hay dos iguales.
Ahora bien: desde el punto de vista mercadotécnico, todo experto es un producto, mercadeable a un determinado precio, que debe hacerse presente ante sus clientes potenciales por ciertos canales de comunicación, y que debe ofrecer sus servicios de experto a través de una (o más de una) determinada modalidad, plataforma o sistema (offline u online) que constituirá su mecanismo de distribución.
Cuando se trata de agregar valor a la vida y el desarrollo de los demás aplicando las competencias de experto, se requiere mercadear este producto Experto de formas cada vez más novedosas y diferenciadas; el mercado es muy exigente y competitivo, y ante más de lo mismo, tiende al rechazo. Y SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE, se debe partir de la propuesta de valor, o sea, no tanto de lo que el experto ES, sino (y sobre todo) de LO QUE PUEDE HACER POR EL CLIENTE; es decir, DEL VALOR QUE PUEDE APORTAR. Me resulta original y bien interesante este abordaje del Maestro y verdadero experto Guillem Recolons al respecto.
Veamos entonces, un breve análisis del mix.
El producto Experto
Integrado básicamente por las cuatro dimensiones que integran su marca personal:
- El impacto que el Experto consigue en su mercado gracias a lo que es, hace y logra
Estos elementos definen un “paquete básico”, que es lo que se vende al mercado:
Soy tales y cuales cosas; gracias a ello, hago esto y aquello; en dichos procesos y acciones, obtengo estos resultados; y en virtud de todo ello, soy conocido y reconocido de esta y aquella forma. Y ya ante un cliente concreto: Esto es lo que te ofrezco de modo general, o por lo que tú me has buscado, encontrado, localizado y contactado; veamos juntos cómo puedo ayudarte, a partir del vínculo o cruce entre tu necesidad y mis competencias de experto.
El precio del producto Experto
Como variable mercadotécnica, es esencialmente la expresión monetaria del valor que puede aportar el experto al cliente, en el proceso y como resultado de satisfacer su necesidad. Necesidad que, respaldada por dinero y poder de compra, se convierte en demanda.
Obviamente, hay elementos subjetivos involucrados -entre otros, de percepción-. Para el cliente: cuánto vale la solución de su problema, cuánto puede costarle no resolver su problema ahora, cuánto la aportación del valor que puede proporcionar el experto, cuánto la marca personal de este, entre otros. Para el experto: cuánto vale en dinero el valor que puede aportar; cuánto lo que le ha costado construir su marca personal como experto; cuánto la novedad conceptual, metodológica y práctica de sus intervenciones en función del caso y el impacto que tendrán sobre la competitividad del cliente, etc., etc.
Y existe al menos un factor muy objetivo, que involucra a ambas partes: cuál es el comportamiento actual en el mercado del precio del producto Experto en general, y de este producto Experto en particular, en relación con la necesidad del cliente y lo que puede pagar por su solución. Más adelante te ofrezco otros elementos sobre este tema.
La comunicación comercial del producto Experto
Básicamente, aquí el experto se debe responder a una pregunta crítica, y en función de ello trazar y aplicar su estrategia comunicacional:
¿Cómo logro que mis clientes potenciales se enteren de que existo y de que tengo cómo resolver sus problemas, tanto los de hoy como los posibles en el futuro, a un precio, de una forma y con una calidad que me convierte en su mejor opción?
Obviamente, debe haber mucho estudio detrás de las posibles respuestas a esta pregunta. Entre otras muchas posibles, hay que responder las siguientes cuestiones clave:
- ¿Quiénes y cómo son, dónde viven, estudian, trabajan y se distraen?
- ¿Cuál es su poder adquisitivo?
- ¿Cuáles son sus hábitos de consumo de bienes y servicios, tanto personales como en los negocios?
- ¿Cuáles son sus rutinas conductuales?
- ¿Qué tipo y calidad de eventos frecuentan, y con qué frecuencia?
- ¿Qué leen, cuándo, por cuánto tiempo, y dónde lo consiguen?
- ¿Qué ven, cuándo y por cuánto tiempo?
- ¿Qué escuchan, cuándo y por cuánto tiempo?
- ¿Qué redes frecuentan, en cuáles horarios, por cuánto tiempo, qué tipo de mensajes emiten y consumen, y cuáles son sus reacciones y respuestas típicas ante los que reciben?
- ¿Qué calidad literaria, gráfica y/o audiovisual seleccionan, prefieren, les impacta más y menos favorablemente?
- ¿Cómo reaccionan habitualmente ante los problemas típicos que afectan a su sector de negocios, los que eventualmente podrían afectarles a ellos mismos y crear la necesidad de consumir servicios como los míos?
- ¿Cuáles son las vías, canales y medios más efectivos para hacerles llegar mi mensaje, y el soporte necesario para implementarlas?
- ¿Cómo puedo crear, estructurar y lanzar los mensajes que les harán decidir contratarme a mí, entre tantas opciones existentes?
- ¿Cuál será mi presupuesto para gestionar el proceso comunicacional?
- Y sobre todo… ¿Cuándo me pongo a ello?
La distribución del producto Experto
En el tipo de servicios de experto a los que he estado aludiendo en todo este texto, existen esencialmente dos grandes canales: offline (presencial, cara a cara, in situ) y online (a través de una o más de las múltiples plataformas que permiten interacción y/o el acceso y consumo de productos y servicios en línea).
Offline:
No por ser tradicional ha perdido peso, demanda ni efectividad; es más, sigue siendo muy mayoritaria, aunque la tendencia al equilibrio se acentúa año tras año, y especialmente, con la emergencia y llegada a todo tipo de mercados de nuevas generaciones de consumidores nacidos en tiempo web. Estas generaciones, con base en los crecientes desarrollos digitales que se van logrando y difundiendo, desequilibrarán inevitablemente a favor del entorno online esta dicotomía conceptual, metodológica y práctica en la actual y próximas décadas.
Los servicios de experto offline suelen ser distribuidos en los múltiples formatos presenciales conocidos por todos: salones de clase y conferencia, espacios para eventos, oficinas creativas, sitios físicos de comercialización, etc. También, entendiendo el producto creado por el experto como parte vital del mix y como extensión derivada de su propia condición, se consideran medios y/o canales de distribución los bienes generados, como libros, grabaciones de audio y video y otros similares, puesto que en ellos está contenido, puede obtenerse y aplicarse el valor aportado por el experto.
Sin embargo, se observa también una tendencia marcada (a mi juicio muy favorable) al uso de formatos mixtos; es decir, la combinación cada vez mayor de servicios presenciales con servicios en línea, lo cual ofrece muchas ventajas, aumenta y potencia el valor agregado.
Online:
Abundan, y crecen cada día en la red, las plataformas creadas y/o adaptables para ofrecer y servicios como estos (entre otros muchos); casi todas, accesibles desde cualquier tipo y modelo tecnológico de terminal:
- Formación y entrenamiento
- Edición, corrección, publicación, autopublicación
NOTA: Recientemente he propuesto un abordaje de los procesos mercadotécnicos actuales y el modelo de liderazgo organizacional que los mismos requieren; lo puedes consultar en este artículo.
Con todos estos elementos en mente, puedo comentarte algunos de los recursos mercadotécnicos de uso más común entre los expertos actualmente.
- Marca Personal: Un experto puede (y en muchos casos, suele) integrar en un concepto de marca y un conjunto de herramientas de soporte a la marca -aplicando el enfoque sistémico- los resultados que ha logrado y la huella que con ellos ha dejado en su entorno; ello le permite ser conocido, reconocido, valorado, escogido y adecuadamente compensado por su trabajo, o lo que es lo mismo, por el valor que agrega (me gusta el abordaje propositivo de Andrés Pérez Ortega sobre el tema en este artículo). Algunos de tales soportes, mecanismos, plataformas y herramientas se detallan a continuación.
- Producción y difusión intelectual: Un experto produce y difunde información y conocimiento relevante sobre su campo en diversos formatos -libros, artículos en diferentes medios, audios, vídeos, presentaciones en múltiples formatos, comparecencias en distintos escenarios, etc.- y esa producción, bien comunicada y mercadeada, lo posiciona como experto y lo hace atractivo a quienes pueden demandar servicios profesionales en su área de expertise. Porque quien es capaz de crear conocimiento relevante en un campo, generalmente tiene con qué ayudar a mejorar procesos y obtener resultados en dicho campo. Si quieres saber cómo lo hacen, simplemente escoge haciendo click al azar entre los nombres propuestos en las listas anteriores.
- Formación: Un experto suele tener inclinación a formar a otros en lo que sabe y sabe hacer. Más allá de los ingresos que ello genera, la satisfacción personal de multiplicar su expertise (sobre todo si incluye producción propia), y el reconocimiento y posicionamiento de marca así logrado, tanto como la contribución al desarrollo y reconocimiento de la propia especialidad, son motivadores importantes en este sentido; y la mayoría lo hace (ya sea en la modalidad presencial, online, o mixta). He aquí, por ejemplo, un interesante curso en línea sobre gestión de la marca personal online, propuesto por Francis Penalba. Aquí, la única formación postgraduada hasta ahora existente en Branding Personal, diseñada e impartida por los colegas y amigos de Soy mi Marca y otros expertos, a través de la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna de la Universidad Ramon Llull, en Barcelona. Este es el Curso gratuito sobre SEO, Social Media, Blogging y Marca Personal que hace muy poco ha lanzado el reconocido experto Miguel Florido. Y más recientemente, Pablo Adán y Andrés Pérez Ortega acaban de lanzar la convocatoria a su Curso Superior de Branding Personal, que impartirán en la Escuela de Negocios EEME en Alicante. Evidente, ¿verdad?
- Congresos: Son espacios de intercambio de conocimientos en los que los expertos tienen oportunidad de proponer lo que han hecho y hacen, contrastar sus experiencias y aprendizajes con los de otros colegas, hacer mucho y buen networking, y aprender de la praxis que allí se comparte, para incorporar a la propia las mejores herramientas, y para difundir la actualidad del campo entre sus practicantes. He aquí un ejemplo muy reciente: el Congreso Virtual Gratuito de Social Media.
- Webs y blogs propios: concebidos y utilizados como canales de presentación y marketing de organizaciones y personas, sus trayectorias y resultados, sus productos y servicios, la localización y formas de contacto, ofertas y propuestas diversas, y los contenidos que ofrecen, sea como recursos y herramientas de sus embudos mercadotécnicos, o simplemente como parte de su aportación de valor al mercado y la sociedad; por lo general, con espacios dedicados a la interacción con los públicos. El blog, generalmente más basado en contenidos; la web, más en los otros elementos, y en muchos casos contiene el espacio del blog. En este tema quiero destacar a una experta argentina que he conocido recientemente gracias a la gentil invitación que me ha hecho como autor invitado, y cuyo trabajo en línea me ha impactado muy favorablemente: puedes ver a Gaby Gómez del Río en acción aquí y aquí.
- Redes sociales (sean “personales” o “profesionales”, que en la práctica esa frontera cada día se difumina más y más): Son importantes y muy populares espacios de presencia, posicionamiento, interacción, aprendizaje, promoción de negocios y proyectos, difusión inteligente de producción intelectual -propia o ajena-, gestión de oportunidades, y en todo ello, por supuesto, gestión de marca personal. Hay muchas, y mucho trabajo profesional alrededor de ellas; es un tema ampliamente desarrollado por diferentes expertos en el tema, uno de los cuales (Alfredo Vela, indiscutible entre los de mayor impacto) dice de sí mismo: “casi vivo en las redes, y casi vivo de ellas”. Solo menciono y ejemplifico tres de las redes más significativas -dos “clásicas” y una emergente-, a través de varios perfiles pertinentes, en mi opinión destacables por su excelente proyección y manejo: Celia Hill en LinkedIn, Eva Collado en Twitter, Celia Hill en BeBee, Ylse Roa en Twitter. Y por otra parte, quiero destacar un artículo muy reciente que me parece fundamental para gestionar con efectividad el seguimiento y la interacción en redes: A quién seguir en las Redes Sociales, del Maestro Guillem Recolons.
- Sitios web individuales de presentación personal/profesional (funcionan como tarjetas virtuales): En ellos se puede proponer lo esencial de cada quien a nivel personal y profesional, enlazar los sitios y redes principales en que el experto tiene presencia online, y también su producción intelectual, cursos, vídeos, participación en congresos, etc; algunos permiten generar y gestionar redes de contactos a través de ellos. La más reconocida de estas webs es, definitivamente, About.me (es la que personalmente utilizo; permite una potente bio de 2500 caracteres y múltiples enlaces, uno principal a modo de spotlight, y diversas opciones para diferentes espacios y redes), aunque hay otras emergiendo como buenas alternativas. Esta nos ofrece, inclusive, un enlace directo desde la firma de nuestros correos electrónicos -quien los recibe puede conocernos integralmente con un solo click- y opciones para inserción en blogs y webs propias. He aquí, como ejemplos, las de Guillem Recolons y Alfredo Vela.
- Contacto directo mediante correos y boletines: El famoso email marketing y las no menos famosas newsletters (y no hay nada peyorativo en mi expresión). Son posiblemente las más populares formas de marketing en línea, muy utilizado por expertos de todo tipo de sectores para sistematizar la interacción productiva con sus contactos en la red. Los mejores destacan, a mi juicio, por cuatro elementos básicos: personalización (se trata de un contacto humano, muy humano, entre personas con nombres y apellidos, independientemente del canal utilizado); sistematicidad (la frecuencia es generalmente fija, estable, creando expectativa, hábito y fidelidad); enfoque multitemático (no solo para negocios, sino demostrando interés real por las personas que están del otro lado, compartiendo sobre fechas o acontecimientos importantes, y ofreciéndoles oportunidad de genuina interacción humana); y finalmente, verdadera aportación de valor (cada mensaje o boletín contiene algo realmente útil para el receptor, y no siempre ni necesariamente como parte de un embudo mercadotécnico; pues al final, se trata de personas que comparten).
- Recursos mercadotécnicos tradicionales: Los de siempre: la publicidad comercial en medios y espacios masivos, las tarjetas de visita, las entrevistas y presentaciones en programas generales y/o especializados, los patrocinios, la vinculación a marcas en carácter de influencers -esto se ha ido modernizando y complejizando gracias al uso de las redes sociales y otros mecanismos-, y un largo etc.
¿Cuáles otros recursos de marketing de expertos conoces? ¿Puedes compartirlos, ejemplificarlos, sustentarlos? ¡Sería excelente, para continuar enriqueciendo el tema!
Contratar a un experto: valor, precio y costo

¿Cuánto me cuesta un verdadero experto?
Mi respuesta a esta pregunta es, y será siempre, otra pregunta: ¿cuánto te cuesta contratar a alguien que no sea experto? O peor aún, ¿cuánto te cuesta contratar a alguien que se vende como experto y no lo es?
Te lo puedo detallar brevemente así:
- ¿Cuánto te costaría contratar a alguien que no te asegure resultados confiables a la primera, por no ser experto? Saca cuentas.
- ¿Cuánto te costaría contratar a alguien que no tenga en el mercado la reputación necesaria para que tus clientes confíen en lo que hace por ti, y en última instancia, por ellos? Saca cuentas.
- ¿Cuánto te costarían (y no solo en dinero, pero al final, siempre en dinero) los posibles errores que un no experto tiene obviamente mayor probabilidad de cometer que un experto? Saca cuentas.
- ¿Cuánto te costarían las falsas expectativas generadas entre tus empleados y tus clientes a partir de tu contratación de un supuesto y autoproclamado “experto” que luego (como suele decir un verdadero experto, mi cercano, respetado y prestigioso colega Guillem Recolons) resulta ser un “vendedor de humo”? ¡Saca cuentas!
Hay mucho más… pero con esto basta. ¿Verdad?
Es una cuestión de valor, y de relación calidad/contribución/precio, mucho más que solo de precio. ¿Qué quieres obtener? ¿Qué significa para ti, ahora y en el futuro? ¿Y qué valor tiene eso para ti? En el acápite relativo al precio de este artículo sobre el marketing de hoy, te propongo otros elementos al respecto.
La marca personal de un verdadero experto tiene mucho valor. Por ende, no puede tener poco precio. Si lo que quieres es calidad, efectividad, impacto, sostenibilidad, competitividad, crecimiento, desarrollo, buena marca, buen logro, buen dinero, felicidad y estar en paz contigo mismo, debes buscar al mejor, o a uno de los mejores, para que te ayude a conseguirlo, sea en el campo que sea. Entonces, siempre es preferible contratar un experto.
Consideraciones finales

Soy un fiel creyente de que es mucho más importante y efectivo enfocarse en hacer -o hacerse- las preguntas correctas, que pretender construir (se) u ofrecer (se) las respuestas que supuestamente sean las indicadas. Porque la pertinencia deriva siempre del conocimiento sobre cuál es el verdadero problema a resolver; y este, de las interrogantes adecuadas para identificarlo.
De tal suerte, prefiero siempre cerrar una reflexión temática en modo interrogativo, para invitar al lector a pensar (se) y atreverse. Tal vez sea “vicio profesional” de un maestro de toda la vida, que por sus valores y convicciones personales/profesionales, privilegia la construcción por sobre la “impartición” (habitual eufemismo sustitutivo de imposición) del conocimiento.
Esta propuesta que hoy te hago no será la excepción. Te propongo a continuación algunas preguntas de cierre, que espero puedan ayudarte a enfocar en lo esencial de la condición de experto, y sobre cómo continuar desarrollándola -si lo eres- o alcanzarla y mantenerla -si no lo eres y aspiras a serlo-. O si eventualmente conoces a alguien en cualquiera de ambos niveles y deseas ayudarle a continuar creciendo.
Obviamente, no te ofrezco métricas, ni escalas de medición de resultados, ni fórmulas para identificar tu nivel o status a partir de aquellas. Es simplemente, una propuesta autoanalítica basada en preguntas orientadas a la reflexión y la búsqueda de tu autoconocimiento como experto; paso crítico para el proceso de gestión estratégica de tu marca personal como tal (branding personal), y para mercadearla con efectividad (marketing personal). Si no nos conocemos, no podemos diagnosticarnos, identificar brechas, formular e implementar estrategias, ni ponerlas en práctica, ni cambiar, ni avanzar, ni crecer.
¡Aquí te van!
Preguntas críticas:
¿Qué tan bien te conoces a ti mismo, tus fortalezas y debilidades, tus principios y valores, tus actitudes y comportamientos, tus gustos y preferencias, tus sueños y aspiraciones a corto, mediano y largo plazo, y la relación entre todo ello y el modo en que te proyectas en tu vida personal y profesional?
¿Qué tan consciente eres del significado, el simbolismo, el alcance y los diversos impactos del concepto definido en la palabra EXPERTO, de la poderosa MARCA PERSONAL que desde ella se proyecta, y de las diversas responsabilidades éticas, profesionales y sociales que implica ostentar tal condición? ¿Cómo se refleja dicha conciencia en tus actuaciones como experto?
¿Qué tan bien conoces el origen, la historia, la evolución, la actualidad, las teorías y metodologías más importantes, impactantes y pertinentes en tu campo profesional, así como las que han resultado ser contradictorias, disruptivas, “locas”, poco aceptadas al inicio, etc., etc., o sea, los llamados “ruidos en el sistema” que luego se han convertido en la norma del sector (y por qué lo son o lo han sido)?
¿Qué tan bien conoces el sector en que ejerces o aspiras a ejercer tus competencias profesionales de experto, su historia, evolución, actualidad y perspectivas de desarrollo a corto, mediano y largo plazo?
¿Qué tanto sabes acerca de los referentes de tu sector y de tu competencia, sus fortalezas y debilidades, sus resultados pasados y presentes, sus modelos y métodos de intervención -y la efectividad de estos-, y los niveles de aceptación, fidelización y fidelidad que logran entre los clientes del sector?
¿Qué tan preparado y actualizado a nivel teórico, metodológico y práctico te consideras, con relación al nivel que poseías hace 12 meses, y también en relación con la media actual de los expertos de tu sector, y con los referentes?
¿Cuáles y cuántos han sido tus aportes en producción intelectual -libros, artículos, proyectos, innovaciones, metodologías, materiales audiovisuales, etc., etc.- durante los últimos 12 meses, y qué impacto han tenido en el sector y entre tus colegas, clientes y competidores? ¿Cuántos y cuáles preparas para este año? De todos ellos, ¿cuántos y cuáles son originales, y/o se han basado en experiencias y casos reales derivados de tu práctica profesional y/o la de otros colegas? Y si ninguno cumple este criterio, ¿cuándo lanzarás el primero que sí lo haga?
¿Cuántos cursos de educación continua y/o materias de grado o postgrado en Universidades, Escuelas de Capacitación u otros centros has dictado o coordinado durante los últimos 12 meses, y cuáles prevés para este año y el siguiente? De ellos, ¿cuáles son de tu autoría y diseño, y si ninguno lo es, cuándo proyectas preparar el tuyo, en qué temas, con cuáles métodos, y con cuál material bibliográfico original de apoyo?
¿Qué tan elevada es tu vocación de servicio, y qué haces o estás dispuesto a hacer para continuar desarrollándola y ejercitándola?
¿Qué tanto conoces tu verdadero potencial de impacto, con base en la combinación de tus valores y actitudes personales con tus competencias profesionales? ¿Qué haces o estás dispuesto a hacer para incrementarlo?
¿Qué características personales, condiciones y competencias, hechos y logros consideras que conforman y hacen parte de tu marca personal como experto HOY?
¿Qué estás dispuesto a hacer -y obviamente harás- para salvar la brecha que tienes o padeces en cada uno de los temas sobre los que te he cuestionado? Y lo más importante… ¿Cuándo comienzas? ¿Esta tarde?
¡No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy!
Si no puedes responder positiva, amplia y profundamente a la mayor parte o todas esas interrogantes, y no tienes disposición para comenzar a prepararte y trabajar ahora mismo en las que no has respondido de ese modo, te sugiero revisar tu perfil de experto. Porque posiblemente no lo seas, y si eso no cambia, nunca lo serás.
Pero si tienes esa disposición, definitivamente cumples uno de los principales criterios a través de los cuales un verdadero experto se manifiesta como tal: ser un aprendiz permanente y dedicado. ¡Y estás en el camino correcto!
Espero que la lectura de este sencillo material que con amor he preparado para ti, te haya resultado útil, digerible y pertinente; y si lo deseas, coméntalo, critícalo, cuestiónalo, hazlo crecer (pues seguramente tienes mucho con qué enriquecer estas propuestas), y compártelo en tus redes con todos aquellos que consideres pueden sacar algún provecho de ello. Y yo, por supuesto, estoy a tu orden para intercambiar y aprender juntos al respecto.
Te felicito, te deseo muchos éxitos y bendiciones, te dejo un gran abrazo virtual que ojalá podamos convertir pronto en físico… ¡Y aquí me tienes!
Cordialmente…
Vladimir
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